La angustia como pandemia

La angustia como pandemia

Las reflexiones de 11 psicólogos sobre los efectos del confinamiento en la salud mental de los argentinos

Un equipo de reconocidos psicólogos y psicoanalistas abordan el sentimiento de angustia en tiempos de coronavirus. Un análisis profesional sobre el impacto del aislamiento en la cabeza de los afectados: por qué surge, qué produce y cómo sana

El jueves 19 de marzo, el día previo a la hora cero de la cuarentena, el Ministerio de Salud de la Nación publicó una serie de recomendaciones para la población argentina. Signaba al coronavirus como foco de amenaza para la salud mental. Apuntaba que “ante un evento tan disruptivo socialmente como la pandemia actual, es importante tener en cuenta que nuestra salud mental se verá afectada de alguna manera”. Y destacaba, incluso, el valor de cuidar la salud mental tanto como la salud física. La cartera de salud lo anticipó antes del inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio. El presidente Alberto Fernández dictó la quinta prórroga del decreto, y con ella, la extensión de la incertidumbre.

La angustia y la cuarentena; la cuarentena y la angustia. La coyuntura actual es ya un campo de estudio. Angustia fue, indirectamente, trending topic durante la última conferencia de prensa protagonizada por el presidente, el jefe de gobierno y el gobernador de las jurisdicciones más comprometidas. Angustia fue la matriz para que psicólogos desmenuzaran las vicisitudes del confinamiento: la angustia como hija de la cuarentena y la cuarentena como abono y cultivo de la angustia.

Claudia Borensztejn se centró en el cansancio. Gabriela Martínez Castro dijo que “el mundo entero está angustiado por primera vez en la historia de la Humanidad”. Gastón Cabrera precisó que “la angustia es la emoción más universalmente experimentada por el ser humano”. “Es imposible no tener angustia en esta cuarentena”, consignó Viviana Kelmanowicz. Pablo Muñiz habló de “crisis de sentido” y aseguró que la angustia se está volviendo pandémica. Eduardo Cazabat enumeró incertidumbre, impotencia, imprevisibilidad y la figura de un prisionero. Eduardo Keegan instauró la idea de un “tsunami de problemas de salud mental” como secuela. Agustina Fernández calificó de “difícil” la cura de la ansiedad en tiempos de coronavirus.

La licenciada en psicología y psicopedagogía Viviana Kelmanowicz (MN 20286) reparó en el origen etimológico de la palabra angustia: viene del latín angustus que significa angosto o estrecho. Y, en un ejercicio de transferencia histórica, lo contrastó con la era del coronavirus: “Tenemos todos la mirada estrecha en este momento, eso significa que nos cuesta evaluar las situaciones de forma desapegada para afrontarlas. Tenemos mirada de túnel, tenemos la visión ‘angostada’: es difícil en estos tiempos mirar con amplitud, evaluar con tranquilidad y resolver con pericia. Es imposible no tener angustia en esta cuarentena. Que sea enorme, mediana o poco perceptible dependerá de nuestra genética, nuestro contexto cercano (hábitat, economía, afectos, ocupaciones o no ocupaciones), nuestra historia personal y lo que nos decimos sobre la situación”.

“Se podría decir que la angustia es un sinónimo de ansiedad y sinónimo de incertidumbre -estimó el licenciado Gastón Cabrera (MN 44572), psicólogo, especialista en terapia breve, hipnosis Ericksoniana y terapia online-. La angustia es la emoción más universalmente experimentada por el ser humano, la cual tiene la consecuencia de generar un efecto de inmovilización”. La calificó de visceral, obstructiva y reflejo instintivo de una amenaza, en donde se pierde la manera de obrar de manera voluntaria y libre.

Y la catalogó de “lógica y normal”, en rigor al período de aislamiento actual. La angustia como un factor esperable y previsible: en escenarios de adversidades “Puede aumentar cuestiones de bases que podemos tener si no afrontamos con ciertos recursos para sobrellevarla. Hay cuestiones que pueden generar un aumento de la angustia y otros recursos que pueden servir para sobrellevar la misma, entendiendo que la angustia tiene que estar presente como una forma lógica de manifestación de lo que está sucediendo”.

Pablo Muñoz distinguió una idea de limbo, la aprehensión de la persona entre dos planos: lo que era la vida antes de la pandemia y lo que iba a ser después. “Las circunstancias que estamos transitando, en medio de una pandemia y de una cuarentena -dijo el doctor en psicología, magister en psicoanálisis y profesor de la Facultad de Psicología de la UBA (MN 26353)-, implican una crisis de sentido donde a mucha gente se le ha desdibujado el horizonte, el futuro, hacia dónde iba y proyectaba”. Lo considera un tiempo de suspensión en el que se vive un “sinsentido”: “La angustia se está volviendo pandémica y si bien es cierto que la cuarentena es una medida epidemiológicamente correcta, sus efectos psíquicos deberían estar siendo considerados”.

Recurrió al psicoanalista y psiquiatra francés Jacques Lacan para sostener su posición. El prohombre del psicoanálisis y revisor de las teorías freudianas dijo -cita Muñoz- que la angustia es el único afecto que no engaña, “por lo cual, hay que prestarle mucha atención, pues es índice de que algo está mal”. En su reflexión, sopesa una crítica académica a la visión del presidente Alberto Fernández, quien dijo que “angustiante es enfermarse”. Muñoz cree que hay cierto desconocimiento involuntario porque la angustia, también puede ser un factor causante de enfermedades.

“Depresión, hipocondría, ataques de pánico, riesgo suicida, síntomas corporales, desencadenamiento de enfermedades orgánicas que estaban “latentes”, nuevos conflictos vinculares más intensos e incluso accidentes domésticos pueden ser causados por una intensa angustia sin tramitación -enumeró-. Justamente es lo contrario de esa idea errónea, a veces enfermarse es un modo de resolver la angustia insoportable. Nadie puede vivir mucho tiempo inmerso en la angustia, eso indefectiblemente derivará en algo peor si no se lo trata adecuadamente y a tiempo. Por eso no deberían subestimarse sus efectos”.

Para el profesor y doctor Eduardo Cazabat, psicólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Psicotrauma (MN 9344), la pandemia constituyó un nuevo tipo de trauma masivo. En su análisis, describió el caso de una reacción normal ante una situación anormal con la interrelación de conceptos como incertidumbre, impotencia y prisión intervenidos por el tamiz de la angustia: “La incertidumbre proveniente de la indefinición de la duración de la cuarentena puede generar impotencia, dado que la persona no puede hacer nada para resolver la situación, se siente totalmente prisionero de decisiones ajenas en las que no puede influir. De esta manera, la angustia crece, pues no hay nada que pueda hacer para ‘ponerse a salvo’ de la cuarentena”.

Gabriela Martínez Castro la caracterizó como una situación inédita, una coyuntura global sin precedentes en la historia de la Humanidad. La especialista en Trastornos de Ansiedad y directora del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (MN 18627) dijo que el mundo entero en simultáneo está angustiado por primera vez. “Porque la cuarentena hace que no podamos tener vínculos sociales que solíamos tener y que no podamos desarrollar actividades cotidianas que solíamos desarrollar -argumentó-. El confinamiento y la falta de sociabilización hace que caigamos en una situación de angustia mezclada con ansiedad”.

Puso a la angustia en la misma escala que la alegría, el odio y el miedo, otras emociones universales naturales y básicas. “Hasta los bebés la tienen”, dijo y ejemplificó: “A niveles básicos, a un recién nacido bien asistido que no se lo acaricia, que no se lo mima, que no se lo ama, es un bebé que está destinado muy probablemente a la muerte. No solamente necesita ser asistido médicamente, ser alimentado o abrigado, necesita ser amado. Los seres humanos somos ante todo seres sociales, necesitamos del otro, del contacto, de la aprobación, del cariño, de un beso, de un abrazo”.

Martínez Castro basó su análisis en la sociabilización, esa conducta primitiva del ser humano hoy restringida. “El hecho de rodearnos y de poder abrazarnos es una necesidad básica como la necesidad de abrigarse, de comer, de dormir. Sin la sociabilización no podemos sobrevivir. No tener ningún tipo de relacionamiento nos hace muy mal, nos deprime, nos genera angustia, nos genera tristeza, nos genera tener falta de ganas, nos afecta el sistema inmunológico. Hay gente que vive sola y está privada de todo eso”, insistió.

Gabriela Rougier proyectó un abordaje más sensitivo de la aflicción. La psicóloga especialista en terapia de pareja y crisis de infidelidad, y co-autora del libro “Cómo reconstruir una relación” (MN 93048), definió a la angustia como un “estado emocional que se siente y se vive de una manera absolutamente displacentera”. Expresó que el sentimiento puede virar de una escala abstracta hacia una percepción física: “Muchas personas dice que la sienten como una opresión en el pecho. Cada uno tiene como un lugar puntual en el cuerpo donde se le hace más patente el estado de angustia”.

Para Rougier, su origen radica en el brote instintivo ante un peligro, ante una situación indeseada, de mucha incertidumbre, donde quede evidenciada la falta de control. “Si pensamos en la cuarentena -planteó la profesional-, hay muchas cosas que terminan estando fuera de nuestro control: no podemos controlar cuándo vamos a volver a trabajar, las formas en las que han ido cambiando las cosas, la nueva manera que tienen nuestros hijos de vincularse con los docentes y el que tengamos que participar nosotros, nuestros tiempos a solas, nuestra libertad. Eso nos genera muchísima incertidumbre y eso nos conecta con la emoción de la angustia”.

Por su parte, el licenciado Fernando Calliari, terapeuta cognitivo-contextual (MN 34691), que entiende a la angustia como una sensación de inquietud generadora de malestar psíquico, ensayó una conjetura anclada en la experiencia: “El incremento de la incertidumbre está ligado, posiblemente, a la falta de representaciones mentales con las que contamos para afrontar una crisis con estas características. Podríamos decir que los Argentinos somos expertos en afrontar distintos tipos de crisis: políticas, económicas, sociales; pero no hemos convivido con ninguna generación previa que nos haya podido transmitir de forma fehaciente los efectos de un aislamiento social. Por consiguiente, nuestra mente se enfrenta a la falta de referencias, dificultando la construcción de expectativas en el desarrollo futuro de nuestras vidas”.

Para Claudia Borensztejn, médica psicoanalista (MN 51671) y presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la angustia es, en su definición más genérica, un ente constitutivo del ser humano y surge desde el momento en que se tiene la conciencia de estar vivos. Pero reconoce varios tipos de angustia: la angustia existencial (el miedo a morir como máxima expresión) y la angustia como síntoma. “La angustia mueve la vida. Nos lleva a hacer cosas, promueve la creatividad, pero cuando hablamos de un síntoma que impide la vida, que no me deja dormir, que no me deja comer, la angustia aumenta”, graficó.

El coronavirus y su corolario magnificaron, según el juicio de la psicoanalista, la angustia que la vida trae por razón constitutiva: “En este caso, la angustia se vuelve más acuciante, más concreta”. E incorpora efectos secundarios al padecimiento: tener que tolerar una vida diferente, tolerar que se hayan frustrado planes, tolerar la pérdida de empleos, de cosas materiales. “Son angustias reales y surgen por situaciones reales”, validó.

A su vez, Borensztejn identificó alteraciones y cambios anímicos durante el desarrollo del período de aislamiento. “Notamos que al principio las personas estaban dominadas por el miedo y ataques de pánico, que se caracterizaban por la falta de aire y la sensación de tener coronavirus. A medida que fue pasando el tiempo, las consultas empezaron a ser por depresión, signadas por frases del tipo ‘no aguanto más’, ‘no sé cómo sobrellevar la situación en mi casa’, más hacia el lado de la angustia, la depresión. El miedo no disminuyó, ahora que se relaja la cuarentena aparecen nuevos miedos, porque el hogar se volvió el refugio donde estamos a salvo y el exterior se volvió peligroso”.

En el proceso de asimilación del contexto, se dedicó a atender consultas online a través de una línea de atención gratuita para la comunidad y los profesionales de la salud. Recibe las inquietudes en su propio teléfono celular y las distribuye en una red nutrida por otros cien psicólogos. Allí, en esa experiencia, dijo que hoy lo que más predomina es la sensación de un cansancio. “Hay mucha desconfianza, angustia y escepticismo sobre cuándo y cómo va a terminar la situación”, destacó Borensztejn, para quien “cualquier persona podría estar irritable desde el comienzo si tiene esa tendencia, pero se trata de una irritabilidad asociada a la incertidumbre de no saber cómo va a seguir la situación”.

Agustina Fernández (MN 25269) es psicoanalista y miembro adherente de la Asociación Psicoanalítica Argentina que preside Borensztejn. Denominó la angustia como un “estado afectivo de aflicción o inquietud que una vez que se desata suele seguir incrementándose según las circunstancias y los desencadenantes” y afirmó que la amenaza del Covid-19 tiene impacto en la saluda mental y dispara reacciones de angustia en las personas: “El temor a contagiarse y a perder seres queridos, la falta de contacto con familiares y amigos, la interrupción de tareas cotidianas, de actividades de esparcimiento y deportivas, de vida al aire libre, los problemas económicos que afectan a muchos sectores de la población, y la preocupación que crece debido a la incertidumbre”.

¿Qué genera?

“Genera una serie de reacciones, además de la tristeza, la irritabilidad, la incertidumbre y el desgano. Desorganización: te faltan horas aunque estés todo el día en tu casa y cuentes con más horas que antes. Pueden haber cambiado los horarios de tus rutinas, caos. Vaivén emocional: retrocesos en cuestiones que ya teníamos resueltas (por ejemplo: retomar el consumo de cigarrillo, alcohol, insomnio, sueño de hijos, alimentación). Culpa: por no estar presente para tus hijos que demandan atención, por no sentirte eficiente si estás trabajando, por tener tu casa desastrosa, al compararte con otras personas que la llevan mejor, por no estar ayudando más a los que necesitan. Volvemos a ‘meter la pata en el mismo pozo’: volvemos a sentirnos ansiosos y vuelven los pensamientos catastróficos, volvemos a ponernos obsesivos con más tocs, se nos vuelve a achicar la mecha y ‘saltamos por nimiedades’”. (Viviana Kelmanowicz)

“La angustia en este contexto genera que el individuo se sienta impotente y entregado a algo desconocido, el peligro de esta pandemia amenaza al individuo de manera concreta. El individuo reacciona con angustia ante esta situación amenazante y peligrosa. Cuando no se controlan los niveles normales de dicha angustia, ésta puede llegar a ser desproporcionada, destacando entonces en ella la inmovilidad, el bloqueo y la falta de acción para la realización de conductas adaptativas”. (Gastón Cabrera)

“Esta pandemia está gatillando muchos trastornos de ansiedad y una enorme desesperanza, lo cual se manifestará en un incremento de los casos de depresión. Los profesionales de la salud mental de Italia están advirtiendo sobre un tsunami de problemas de salud mental como secuela de la pandemia”. (Eduardo Keegan -MN 9318-, doctor en psicología y profesor de psicoterapias de la UBA)

“Desde la perspectiva del psicoanálisis, la angustia es un afecto muy particular, que se distingue de otros afectos, porque constituye una respuesta ante una situación de pérdida de las referencias, de desorientación respecto de una realidad que cambió bruscamente. Cuando alguien se siente desamparado y desvalido, puede desencadenarse una angustia sin representación, ante la que mucha gente no tiene recursos para enfrentar y tratar. Me refiero no solo a recursos económicos sino recursos subjetivos y psíquicos”. (Pablo Muñoz)

“La angustia puede disparar trastornos tales como la depresión o trastornos de ansiedad, pensamientos intrusivos, estimular recuerdos traumáticos, o agravar cuadros psicopatológicos preexistentes. Otra fuente de incertidumbre que alimenta la angustia es la imprevisibilidad del futuro. La persona no puede prever a qué realidad deberá adaptarse en el futuro inmediato o mediato, y por lo tanto no sabe si contará con los recursos para hacerlo, ni siquiera si podrá abrazar a sus seres queridos. En este contexto, el personal de salud está más gravemente afectado debido a que se le suma la extraordinaria demanda de atención, el trabajo intenso, los resultados inciertos, y el riesgo de contagio para sí y para sus familias”. (Eduardo Cazabat)

“La desregulación de la angustia y la ansiedad está relacionado por lo general con la dificultad que tenemos las personas para hacerle frente a lo desconocido. Sea un acontecimiento externo, por ejemplo una pandemia mundial, o uno interno como los sentimientos o emociones que nos despiertan estas situaciones. Este desequilibrio emocional suele experimentarse de diferentes maneras que, pueden comprender desde estados de tristeza circunstancial hasta profundos estados de depresión, de pequeñas molestias físicas a desesperantes estados de pánico y malestar físico”. (Fernando Calliari)

“Hay personas que se tornan más irritables, que sienten mucha tensión, que experimentan ansiedad y pueden sentir síntomas de ansiedad como palpitación, falta de aire, sensación que algo malo les va a pasar. Y hay otras personas que tienden a deprimirse y a estar más conectados con el llanto, la desesperanza, el estado de ánimo bajo, las pocas ganas de, la falta de iniciativa. Hay personas que tienden más a sentirse ansioso o hay personas que tienden más a tener un estado de ánimo bajo”. (Gabriela Rougier)

“Puede generar muy diferentes reacciones en las personas, dependiendo de la subjetividad y de la situación particular de vida que cada quien atraviesa. Sin embargo, en términos generales, coincido en observar un aumento de los problemas en el dormir, en el consumo de comida, alcohol y otras sustancias, en sintomatología fóbica y obsesiva”. (Agustina Fernández)

“La angustia produce mucho malestar y puede venir acompañada de pensamientos catastróficos, que a su vez intensifican las emociones negativas. También puede cursar con síntomas físicos: mareos, tensión muscular, taquicardia, dificultad para concentrarse, cansancio. En el plano interpersonal puede afectar las relaciones de pareja, familia y amistad. Podemos proyectar en nuestras relaciones el malestar que sentimos con críticas y reproches a nuestros seres queridos”. (Pablo Hirschl, médico especialista en psiquiatría -MN 99413-, licenciado en Administración de Servicios de Salud y magíster en Dirección de Empresas, socio de EAP Latina, Programas de Bienestar para empresas y gerente general del Centro Privado de Psicoterapias)

¿Cómo se podría sanar la angustia en tiempos de pandemia?

“Explorar cuáles son nuestras emociones asociadas a la situación: ¿Sentimos miedo, irritabilidad, angustia, tristeza? ¿Desde cuándo? ¿Con qué intensidad? ¿Cuáles son las situaciones desencadenantes? Puede ser útil recurrir a una evaluación profesional para descartar síntomas que respondan a una enfermedad. También, recurrir a un tratamiento psicoterapéutico online como espacio de reflexión para afrontar mejor los problemas.

Exponernos a muchas situaciones negativas y de futuro incierto puede resultarnos agobiante. Por eso, es importante entender cuál es el problema a nivel personal y diferenciarlo para cada área: cuál es mi problema a nivel laboral, a nivel personal y a nivel familiar. De lo contrario, podemos terminar rumiando todo al mismo tiempo y acrecentar la angustia. A veces es bueno escribir relatando los hechos sin adjetivarlos: simplemente describir cómo son, evitando calificativos como ‘terrible’ o ‘tremendo’. Eso hace que podamos ver los hechos con cierta objetividad y diferenciar lo que sentimos.

Identificar y valorar nuestras fortalezas. Entender qué recursos tenemos y cómo los podemos usar en situaciones particulares. Nos puede ayudar a focalizar no solo en los recursos materiales que tenemos, sino también en los psicológicos, sociales y espirituales. A modo de ejemplo, si yo pienso que soy perseverante, puedo considerar que esa característica me ayuda a enfrentar los obstáculos del momento

Entender cuáles son los recursos externos: quiénes me apoyan, quiénes me contienen, quién me puede ayudar, en quién puedo confiar.

Gestionar nuestra exposición a la información. Años atrás teníamos pocas opciones para informarnos. El tiempo de exposición también era más limitado. Hoy nos vemos invadidos desde distintas plataformas con mensajes repetitivos todo el día, dificultando nuestra capacidad de abstracción y procesamiento de esa información. Si uno tiene un temperamento ansioso y está expuesto todo el día a noticias negativas, el nivel de rumiación -la intensidad y la repetición pensamientos intrusivos que generan angustia- será mayor. Es positivo estar informado, en la medida que regulemos nuestra exposición y elijamos el tipo de contenidos al que queremos acceder.

Buscar apoyo emocional en otros. Es importante evitar el aislamiento social y reunirnos con personas de confianza para hablar sobre lo que nos preocupa. Considerar que es importante que el tema de la conversación no sea siempre el problema personal ni el repaso de las malas noticias generales. Esto puede generar que las personas se cansen y terminen evitando el contacto. Es bueno tener otros temas de conversación para no estar en contacto con emociones negativas.

Es más fácil atravesar la angustia si uno se siente acompañado en este proceso. En estos casos, el tipo de malestar adopta una cualidad diferente. Al no haber exclusivamente una atribución personal y diferenciarse de los factores externos, nos posicionamos frente a la situación de una manera distinta”. (Pablo Hirschl)

“La cuestión es encontrar recursos para sobrellevar esta situación. Tratando de hallar lo que a cada uno le sirva de manera saludable para tratar de sobrellevar esta realidad. Es fundamental entender que cada medida es individual, no quiere decir que lo que le sirva a uno le sirve al otro, por eso es primordial encontrar sus propios recursos para sobrellevar la situación de confinamiento. Por ejemplo: respetando rutinas, respetando horarios de comidas, de trabajo, de sueño, realizar actividades placenteras, ejercicios físicos, reducir el consumo de información acerca de esta problemática, etc”. (Gastón Cabrera)

“Hoy por hoy, en la actual situación, el ‘ciberanálisis’ u otros tipos de ‘teleterapia’ son un recurso válido. Y lo estamos haciendo: muchos analistas estamos atendiendo por teléfono, redes sociales y aplicaciones digitales. Pero las autoridades sanitarias deben entender que hay casos en que eso no alcanza y que se está poniendo en riesgo la salud de muchas personas desde otro aspecto de la salud que no es el que ataca el virus. No se trata de que si están un poco tristes tienen que soportarlo porque peor es morirse. El suicidio significa que hay quienes han creído que la muerte es una solución. Cuando estos recursos tecnológicos no alcanzan para aliviar el sufrimiento psíquico de un paciente y su terapeuta evalúa que su salud en general se pone en riesgo, es necesario el tratamiento presencial y esto hoy no se está pudiendo hacer”. (Pablo Muñoz)

“Existen diversas formas de combatir el estrés y la angustia que están al alcance de la mano, tales como ejercicios respiratorios para la ansiedad, prácticas de relajación, actividad aeróbica, estimular la creatividad y la expresión artística y ejercer una mirada crítica sobre las propias reacciones. Y, sobre todas las cosas, mantener la conexión con seres queridos y relaciones significativas. Si con todo esto no alcanza, será necesario hacer una consulta con un psicoterapeuta o psiquiatra especialista en el tema”. (Eduardo Cazabat)

Lo más importante es no adelantarse a los hechos en forma negativa: no catastrofizar la situación. Vivir en el aquí y ahora lo más posible, siendo plenamente consciente de lo que se está viviendo. Es fundamental tener una rutina de actividad física para descargar la ansiedad y favorecer la secreción de endorfinas, que son hormonas que nos generan placer, nos baja la ansiedad y nos aumenta la sensación de alegría. Es necesario que planifiquemos una agenda diaria, ya sea arreglar cosas de la casa, mirar una película, cocinar, jugar juegos de mesa. Tratar de coordinar con el resto de la familia o con quienes estemos conviviendo cómo se van a repartir esas tareas. Establecer una dieta lo más sana posible y cumplir con el sueño higiénico, que son ocho horas por noche. Tratar de no disociarnos y no desorientarnos en el tiempo, considerando que el encierro nos lleva a no saber muy bien en qué día estamos o qué hora es: así se empiezan a flagelar los horarios de las comidas y la vigilia. Es importante tratar de mantener la mayor cantidad de conexiones virtuales con nuestros amigos y por supuesto tener muy en mente que esta es una situación de urgencia, algo atípico que va a pasar. Ya vamos a retomar en algún momento nuestra actividad cotidiana”. (Gabriela Martínez Castro)

“Es importante destacar que la angustia y la ansiedad son sentimientos normales, no hay nada de extraño ni patológico en la aparición de los mismos. El problema aparece cuando las personas no encuentran maneras más funcionales de afrontarlos. Esta situación es totalmente atípica en nuestras vidas, generando un desabastecimiento de recursos emocionales y conductuales. Por esto mismo, cabe aclarar que, son tiempos en donde tenemos que ser pacientes con nosotros mismos; es una oportunidad para cultivar la empatía y la compasión tanto con nosotros como con los que nos rodean, entendiendo que no es momento quizás para emprender grandes cambios en nuestras vidas, sino la oportunidad para restituir el equilibrio perdido, o en el mejor de los casos uno un tanto más saludable del que dejamos atrás”. (Fernando Calliari)

“Podemos poner el foco en las cosas que sí podemos controlar. No se trata de negar que hay cosas que escapan a nuestro control, está bueno equilibrar aquello que no podemos controlar con lo que sí. Podemos controlar a qué hora nos levantamos, cuánto tiempo le vamos a dedicar a trabajar, cuanto tiempo le vamos a dedicar a hacer algo que nos dé placer, cómo nos vamos a vestir, qué queremos cocinar, cómo queremos comer. Poner el foco no solo en las cosas que se nos van de las manos y en lo que cambió, sino en las cosas que pueden seguir igual o que sí podemos controlar.

No hay que dejarse llevar por los pensamientos. Muchas veces cuando uno deja que los pensamientos fluyan libremente en un estado de angustia terminan transformándose en una realidad concreta que lejos de bajar la angustia, la aumentan. Es importante entender que los pensamientos son pensamientos, que no son la realidad, y que cada vez que uno se encuentre habiéndose ido en esa cadena de pensamientos que en general son catastróficos, poder decir ‘estos son mis pensamientos, pero ahora estoy cocinando, ahora estoy jugando con mis hijos, ahora estoy haciendo actividad física’. Corto esa cadena de pensamientos y me vuelvo a centrar en lo que sea que esté haciendo.

La angustia no es una emoción permanente. La vamos a sentir por un momento y que también se va a terminar yendo. A veces tenemos la sensación de que una vez que nos angustiamos no va a terminar nunca, empezamos a decirnos cosas y a anticiparnos que eso nunca se va a ir, y terminamos perpetuando el estado de angustia. La angustia es como una ola: va a venir, nos va a revolcar un poco y se va a ir. No es eterna.

Mantenernos activos, productivos, tratar de apuntar a nuestro crecimiento personal a pesar de este tiempo de incertidumbre. Ese tiempo que tanto deseé tener cuando estaba lleno de horas de trabajo. Cuál es la cosa mínima que me daría la pauta de que estoy empezando a ganar control. Ponernos metas mínimas: lo que contribuye al incremento de la angustia es ponernos expectativas altísimas”. (Gabriela Rougier)

Es difícil hablar de sanar en estos tiempos justamente porque la incertidumbre favorece la angustia. En este sentido, considero bien importante poder dar asistencia psicológica, con los distintos medios y dispositivos que se tengan, para que la angustia pueda apaciguarse y se detenga el incremento desmedido. Frente a la incertidumbre y la desesperanza, la intervención apunta a instalar un tiempo de espera que se haga más tolerable”. (Agustina Fernández)

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