A 238 años del nacimiento de Francisco Ramírez; un hombre cuya obra no podemos olvidar los entrerrianos

A 238 años del nacimiento de Francisco Ramírez; un hombre cuya obra no podemos olvidar los entrerrianos

Francisco Ramírez nació el 13 de marzo de 1786, en Concepción del Uruguay. Sólo tres escasos años duró su deslumbrante carrera. Cuando ejerció el poder de la “República de Entre Ríos”, creó escuelas, montó las bases de una administración pública que duraría años, hizo el primer censo, y fue prolijo y reglamentarista en el manejo de las cosas oficiales. Hoy muchos parecen olvidarse de su historia.

Tuvo rudimentarias pero clara concepciones económicas, tendientes a defender el patrimonio de sus gobernados. Calló a los 34 años de edad, en el momento más grande de su ambición y gloria.

Era hijo de un comerciante paraguayo y de Tadea Florentina Jordán, que tendría entre otros hijos a Ricardo López Jordán (padre del general del mismo nombre).

En Concepción del Uruguay que entonces se llamaba Arroyo de la China, Ramírez recibió una regular educación. A partir de 1813 entra en la crónica histórica, protagonizando un ataque patriota contra embarcaciones realistas que remontaban el río Uruguay. Pero ya antes participaba en la lucha insurgente a las órdenes de Artigas. Desde entonces estaría vinculado a las andanzas del caudillo oriental, el cual fue virtualmente el delegado de Entre Ríos. Cuando el Directorio se lanzó contra esta provincia un ejército mandado por el Barón de Holmberg, Ramírez peleará a las órdenes de Eusebio Hereñú lugarteniente del Protector en la zona. Pero como si su trayectoria debiera cumplirse a través de rompimientos con su jefe, enfrentará en 1817 a Hereñú, que había defeccionado de la causa artiguista y estaba ganado al partido directorial. Esta campaña contra Hereñú fue el espaldarazo a la capacidad militar de Ramírez.

Casi solo, porque Artigas no podía ayudarlo, resistiendo la invasión portuguesa sobre la Banda Oriental, el caudillo enfrentó a los partidarios del Directorio. Una flotilla llegó desde Buenos Aires dispuesta a auxiliarlos al mando del coronel Luciano Montes de Oca. Dejó Ramírez que desembarcara y a proximidades de Concepción del Uruguay los enfrentó y les infligió una tremenda derrota. En marzo de 1818 el Directorio envió la tercera fuerza contra Entre Ríos al mando del General Balcarce. Los directoriales desembarcaron en La Bajada (Paraná) y persiguen a Ramírez. El jefe artiguista les causa una nueva derrota.

Los portugueses, no contentos con ocupar el territorio de la Banda Oriental avanzaban en incursiones aisladas sobre la margen derecha del Río Uruguay. Ramírez repelió el intento de desembarco; pero un ataque nocturno lo obligó a retirarse a Arroyo de la China, esta fue la única derrota de su trayectoria militar. Éstas campañas, sus condiciones de conductor, lo habían convertido en el jefe virtual de Entre Ríos y uno de los puntales básicos del sistema de Artigas a partir de la defección de Hereñú.

Cumpliendo instrucciones de su jefe ese mismo año invadió Corrientes para evitar el vuelco de la situación local a favor del Directorio, que había intrigado exitosamente para deponer al delegado local del protector. Repuso Ramírez al anterior mandatario; y poco más tarde destacó su hermanastro Ricardo López Jordán, en auxilio de Estanislao López, gobernados de Santa Fe amparado en el Protectorado de Artigas; y que en esos momentos soportaba una segunda invasión porteña al mando de Balcarce.

Contemporáneamente también debía defenderse de Hereñú, mal resignado a su desplazamiento del poder y dispuesto a recobrar con ayuda porteña sus perdida autoridad. Pronto tomarán Ramírez y López la ofensiva de la Guerra contra el Directorio. Las intrigas monárquicas y centralistas llegaron al límite; y la sanción de la Constitución de 1819 determinó la ruptura: su estructura, preparada para el advenimiento de algún príncipe europeo, resultó odiosa a las provincias. Santa Fe: López y Entre Ríos: Ramírez asumieron la representación de los pueblos interiores en esta confrontación con el poder porteño, siempre con el espíritu y las instrucciones de Artigas.

Ramírez asumió las condiciones de jefe supremo del ejército federal, José Miguel Carreras, chileno, aportaba la imprenta que había comprando en Estados Unidos, el General Alvear prometía el apoyo de importantes sectores porteños. Portaría también como vehículo de su ideario la “·Gaceta Federal”, un boletín explosivo en su contenido.

En octubre de 1819 se reúnen Ramírez y López en Coronda para establecer planes comunes. Días después Ramírez lanza una proclama declarando la guerra al Directorio e invita a sus paisanos a compartir la insurrección, restablecer la igualdad civil entre los pueblos y acabar con los portugueses y con los restos de la presencia española.

El Director Rondeau, que había sustituido a Pueyrredón, llamó en su auxilio al Ejército del Norte pero el General San Martín se negó a participar en esta guerra civil, el ejército de Belgrano también se opuso en Arequito (enero de 1820).

El primero de febrero de 1820 en Cepeda, el régimen directorial se derrumba, sus dirigentes subestimaron el sentimiento republicano y federal de los pueblos y colocaron los intereses de Buenos Aires por encima de todo. No serían las últimas equivocaciones de los directoriales que pronto se llamarían unitarios. Ante la noticia de Cepeda la ciudad reacciona con pánico ante el avance de sangre que se descontaba por parte de los vencedores. Pero la actitud de los criollos fue magnánima. El partido derrotado intentaba negociar su permanencia en el poder, todos los desplazados protestaban ahora su adhesión a la causa federal y el Cabildo de Buenos Aires pretendía asumir una autoridad nacional o al menos provincial que nadie le había conferido. Ramírez y López exigían que el poder nacional (Congreso y Directorio) se disolvieran definitivamente; que Buenos Aires eligiera sus propios gobernantes para tratar en igualdad de posición con Santa Fe y entre Ríos las bases de la futura organización federal del país y que se levantara un proceso público a los responsables de las intrigas monarquistas. Omitían la guerra contra los portugueses, el obsesivo tema de Artigas.

Sin embargo, meses antes, Ramírez había escrito a Artigas: “No admitiré otra paz que la que tenga como base la declaración de guerra al rey Don Juan, como V.E. lo quiere…”.

Cuando los problemas internos de Buenos Aires se arreglaron provisoriamente mediante la elección como gobernador interino de Manual Sarratea, el viejo enemigo de Artigas; los caudillos firmaron el Tratado del Pilar, cuyos dos grandes principios, según Mitre, eran los de nacionalidad y federación. Luego entraron a Buenos Aires no como vencedores sino como visitantes. Modestamente acompañados por una corta escolta. Llegaron a la plaza de la Victoria para entrevistarse en el Cabildo con los dirigentes porteños. Ramírez y López se limitaron a mantener algunas conferencias y luego se retiraron. El pueblo porteño vio como con alivio esta pacífica entrada. Pero no perdonó el agravio: que los montoneros ataran sus caballos en la reja de la pirámide de Mayo.

Después de firmado el tratado del Pilar, Ramírez regresó a Entre Ríos y recibió la noticia sobre la derrota de Artigas en Tacuarembó. No ignoraba que tarde o temprano se enfrentaría al caudillo oriental: el Tratado del Pilar no explicitaba la necesidad de enfrentar a los portugueses.

Es difícil determinar quien estaba en la verdad. Artigas hacía de la guerra contra los portugueses una cuestión fundamental; Ramírez en cambio pensaba que este problema exigía condiciones previas para su solución. La lucha contra los portugueses suponía la constitución de una nueva autoridad nacional, asistida por la confianza de los pueblos y apta para enfrentar el poder de los invasores y esto requería tiempo: el entrerriano había debido demorar casi un mes su regreso para sostener en el gobierno porteño a Sarratea, desconocido por Balcarce y desprestigiado por la divulgación de las cláusulas secretas del Tratado del Pilar.

Paradójicamente, se libra Buenos Aires de su peor adversario por mano de quien había sido su subordinado, y el poder porteño representado por Lucio Mansilla en la batalla, jugó un papel decisivo en la derrota final de Artigas: en Las Tunas.

Llega ahora para Ramírez el momento de organizar la región que ha quedado bajo su dominio. El 30 de Noviembre, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en la localidad del Tala, el caudillo proclama el nacimiento de la República de Entre Ríos. El nombre de República no implicaba un propósito secesionista; era la expresión de un sentimiento localista. Por eso, esta República que comprende Entre Ríos, Corrientes y Misiones, pronto tendrá una bandera propia y un escudo cuyo signo heráldico es una pluma de avestruz, los montoneros solían usarla en el sombrero.

Sanciona sendos reglamentos para el orden militar, político, económico y tributario. Declara abolidos los derechos a la introducción de efectos del interior del país, prohíbe la matanza de vacunos, manda a practicar el primer censo del territorio, promueve la cría de ganado y la plantación de árboles. Divide el territorio en departamentos gobernados por comandantes elegidos por el pueblo, con facultades civiles y militares. Crea la administración judicial y el servicio de correos. Estructura las bases de una administración pública que perdurará durante varias décadas. Impone la enseñanza obligatoria hasta “saber leer, escribir y contar”. En pocos meses, esos territorios selváticos y despoblados parecen adquirir una nueva vida. Entre noviembre y diciembre de 1820 convocó a decisiones populares para elegir al Jefe Supremo de la República, en realidad estos comicios solían ser viciosos, pero al menos revelaban una preocupación que otros caudillos desconocían.

Ramírez aspiraba a continuar la obra de Artigas expulsando a los portugueses de la provincia oriental y reintegrar Paraguay a la comunidad nacional; y sobre esta base territorial esperaba asumir la futura organización del país. El primer objetivo era derribar al Dr. Francia, dictador de Paraguay, y con el aporte de esos soldados (30.000 aproximadamente) era posible el enfrentamiento con los portugueses. Así comienza aperturas epistolares con el dictador paraguayo que no van a ser correspondidas.

Ante esto decide poner en marcha su plan de invasión, concentra sus fuerzas en Corrientes, le escribe a Estanislao López para pedirle ayuda, con el mismo fin se dirige al gobernador de Buenos Aires pidiéndole un contingente de 2.000 hombes, como está convenido en el Tratado de Pilar; y no duda que el General Bustos tendería también estas indicaciones.

Soñaba Ramírez. Nadie lo ayudaría a realizar su esperanza de integración. Porque ahora, López, Bustos y el gobierno de Buenos Aires estaban aliados contra el creciente poderío del Supremo Entrerriano.

En Buenos Aires, antes de haberse retirado el ejército federal triunfante en Cepeda, se había intentado derribar a Sarratea para sustituirlo por Balcarce. En mayo, Sarratea debió ceder el poder a un gobernador surgido de elecciones que puso en libertad a los congresales detenidos por intrigas monarquistas, violándose así una de las cláusulas del Tratado del Pilar. Todo esto movió a E. López a atacar a Buenos Aires, despedazada entre tanto por las pujas internas: fueron los días de “los tres gobernadores” y del cabo civil. Después de la batalla de Gamonal, desastrosa para Buenos Aires, la mediación del cordobés Bustos y Juan Manuel de Rosas: estanciero sureño consiguieran establecer la paz entre Buenos Aires mediante el convenio de Benegas. Martín Rodríguez, el nuevo gobernador bonaerense, significaba el predominio de la facción moderada de los antiguos directoriales, ahora entendidos con López y Bustos.

Ramírez no deja de advertir esta cuestión, pero se resiste a creer en la defección de López.

El primero de octubre de 1820 estalla en Buenos Aires una sublevación contra Rodríguez: se le acusa de servir al partido directorial, el motín es sofocado por Balcarce. Ramírez había enviado oficios a Rodríguez señalando el cumplimiento de las cláusulas secretas del Tratado del Pilar: paso de armamentos y escuadrilla a Entre Ríos; y después de Benegas insiste en la necesidad de declarar la guerra a Portugal. Pero a estas alturas de los acontecimientos, el territorio bajo la supremacía de Ramírez estaba bloqueado, y el Tratado del Pilar sustituido por Benegas, que incluía la donación a Santa Fe de 30.000 cabezas de ganado.

Ramírez intenta entonces convocar una alianza provinciana, pero tiene escasa respuestas, sin embargo no pierde las esperanzas de que López rompa con sus nuevos amigos, cosa que no sucede.

A principio de mayo envía al coronel Anacleto Medina para que se alce con la caballada de López, el santafecino queda desmontado. Ramírez cruza el Paraná y, reunido con las fuerzas y los caballos de Medina avanza hacia Rosario, sus fuerzas deshacen la columna porteña del coronel Lamadrid que subía a reunirse con López. Emprende ahora la marcha hacia el norte: Santa Fe, día 13 según lo acordado, Lucio Mansilla debía desembarcar frente al puerto de Santa Fe y tomar la ciudad, con ello Ramírez quedaba en libertad de avanzar hacia el sur, donde Rodriguez permanecía en territorio bonaerense. Pero Mansilla, si bien desembarcó parte de su tropa en Santa Fe, ordenó el reembarco horas después y regresó dejando incumplidas las órdenes de su jefe. Esto fue fatal para Ramírez: poco más tarde su flotilla era destruida por la escuadra porteña y sus comunicaciones con Entre Ríos quedaban definitivamente cortadas. Mansilla que había ayudado a Ramírez a derrotar a Artigas un año antes y desde entonces quedó al servicio del Supremo, había traicionado ahora a su jefe y luego, relataría en sus memorias que al iniciarse la campaña contra Buenos Aires había advertido al caudillo que no deseaba combatir contra el pueblo de su nacimiento. Estos motivos no son muy convincentes, lo lógico era separarse de Ramírez desde un principio; además era sugestivo que cuatro meses después, ya muerto Ramírez y gobernando Entre Ríos su hermanastro López Jordán, se haya apoderado por la fuerza del gobierno local, que ejerció por tres años con pingües beneficios.

El hecho es que la fallida operación dejaba a Ramírez en una situación angustiosa. Ya no podía volver a su país. Desgastaba su fuerza por la ruda campaña -apenas contaba ya con 700 hombres- y sin poder recibir ayuda de Paraná, acampa por unos días en Coronda. Sobre su vivac avanza Lamadrid, que trae una columna dos veces superior en número, artillería y buena caballada, 380.000 pesos fuertes que el gobernador de Buenos Aires manda a su colega de Santa Fe. Rodriguez le había ordenado que no buscara batalla: que se limitara a reunirse con López para dar el golpe decisivo en las mejores condiciones posibles. Lamadrid no puede con su genio. En Carcarañá, en mayo de 1821, se lanzó sobre Ramírez quien no se encontraba desatento y provocó la huida de las fuerzas porteñas quedándose con la artillería, caballada y hasta los pesos fuertes destinados a López.

Sin embargo Ramírez no podía seguir ganando combates. Cada refriega le significaba un deterioro en hombres, López en cambio, tenía su ejército intacto, reforzado por Lamadrid.

Dos días después de Carcarañá, Ramírez debió enfrentarse con su antiguo amigo. Aquí empezó Ramírez su final, se apresuró a atacar a López en un terreno desconocido para él, la superioridad numérica del enemigo comenzó a pesar sobre sus hombres cansados todavía de la jornada anterior. Ramírez prefirió salvar los restos de su fuerza, solo 400 soldados pudieron salir de la emboscada. Entre ellos el coronel Medina y la Delfina.

La única posibilidad de salvación ahora, radicaba en meterse tierra adentro y regresar a su república cruzando el Paraná a la altura de Corrientes atravesando el Chaco. El Supremo entrerriano se dirigió rumbo a Córdoba. Una semana después en algún punto de esta provincia, se encuentra con un refuerzo inesperado: Carreras con 700 hombres, que había desistido de cruzar a Chile al saber que su amigo estaba peleando contra Buenos Aires. Carreras se había acercado en una vertiginosa carrera desde San Luis hacia el Litoral para auxiliar a Ramírez, había llegado tarde, pero todavía podían componer una fuerza respetable. Sin embargo ambos eran caracteres fuertes y sus intereses no eran suficientemente coincidentes. El chileno insistía en volver a su patria, teniendo en cuenta la persecución de López y Lamadrid, sumada ahora a la de Bustos. Ramírez quería continuar con su itinerario y ofrecía seguro asilo en Entre Ríos.

Resolvieron separarse. Carreras fue interceptado en Mendoza: lo ultrajaron prolijamente antes de fusilarlo. Godoy Cruz hizo trinchar sus despojos para ser exhibidos: los hombres de la escuela del Directorio sabían odiar… Ramírez se internó en las sierras de Córdoba buscando la incorporación de algunas partidas sueltas de montoneros. El 10 de julio, cerca de Río Seco, una fuerza cordobesa alcanza a Ramírez y lo derrota, teniendo apenas una docena de hombres a su lado.

Sin darle respiro lo persiguen y cae herido en el cuello tratando de salvar a su portuguesa.

Anacleto Medina, que moriría con más de noventa años encima, rescató del lance a la Delfina mientras su jefe agonizaba prendido del cogote de su caballo y la llevó hasta Entre Ríos; en Concepción del Uruguay murió.

Otra cosa más sobre Pancho Ramírez: durante muchos días López exhibía en su campamento la degollada cabeza del caudillo entrerriano. Ramírez había liberado a Buenos Aires de la amenaza de Artigas. López había liberado a Buenos Aires de Ramírez. Buenos Aires… Siempre Buenos Aires.

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